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Puede parecer algo salido de una pintura, pero es la obra real que Sam Van Aken espera completar en unos años. Se llama El árbol de 100 frutas (The Tree of 100 Fruits) y representa la meta final de un curioso proyecto iniciado por este profesor y artista estadounidense.
A completarse en 15 años, esta imagen ilustra el futuro de los árboles de 40 frutas que Van Aken ya creó injertando en un mismo tronco varios tipos de ramas de árboles frutales. Por ahora, sus creaciones producen duraznos, ciruelas, nectarinas, albericoques y cerezas. Pronto, si el experimento funciona, también tendrán almendras: todo en uno.


Van Aken llama a su proceso “escultura a través de injertos”. Cada árbol se construye a partir de técnicas de injertado, donde el artista hace pequeños cortes en el tronco e inserta una rama nueva. Luego de atarla y encintarla, el corte se cierra y la rama comienza a crecer junto al tronco.
Cada árbol tarda unos cinco años en desarrollarse lo suficiente para sumarle los 40 injertos que lo componen. El resultado es un árbol colorido, multifrutal y totalmente.

“Quería que el árbol interrumpiera y transformara la cotidianidad”, dijo Van Aken. “Cuando el árbol florece inesperadamente en colores diferentes y observas los distintos tipos de fruta colgadas de las ramas, no sólo cambia la forma en que lo ves, sino que cambia la forma en que percibes las cosas en general”.


Para su creador, uno de los propósitos de estos árboles es conservar la diversidad de variedades nativas de los Estados Unidos, pero este no es un proyecto puramente horticultural. Los árboles también son resultado de un proceso creativo, escultural: es la manipulación de un material vivo.
Como expresión artística, el punto de partida para intentar desentrañar el significado de estos árboles parte en las referencias bíblicas que Van Aken utiliza para titular sus exposiciones. New Edens (Nuevos Edenes) recuerda al relato del Génesis, y tal vez intente prometernos una redención del pecado original. Además, en sus 40 frutas, estos árboles hacen alusión a un número recurrente en la Biblia, que aparece, por ejemplo, en los 40 días que duró el diluvio universal y los 40 días que demoró el pueblo de Israel en llegar a la Tierra Prometida.

Pero no es todo. La obra de Van Aken también alude a todo un grupo de connotaciones culturales que tradicionalmente asociamos a los árboles -como fertilidad, estacionalidad, linaje- y, por supuesto, a un conjunto nuevo de interpretaciones que nacen del trabajo original del artista. Entre ellos, cabe mencionar la sustentabilidad, la conservación, las formas que encontramos para producir nuestros alimentos y cómo utilizamos la naturaleza como forma de hacer arte. Como dice Van Aken, el verdadero significado estará en el ojo de quien lo mire.


Por otro lado, estos curiosos ejemplares no se quedan atrás como árboles frutales destinados al consumo humano. A diferencia de los árboles tradicionales, los árboles de 40 frutas no producen grandes cantidades de una sola variedad de fruta que se echa a perder al poco tiempo: producen cantidades moderadas de muchas clases. Además, como las frutas maduran en tiempos distintos -entre julio y octubre- tampoco inundan la casa de frutas sólo una vez al año.

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